En el norte de Birmania, no tan lejos de la frontera con Bangladesh, hay una ciudad con un nombre muy intrigante, Mrauk-U. Apenas sabía de su existencia cuando, al principio de mi viaje por Birmania, conocí un chico local, Soe, que me habló maravillas de esta ciudad natal suya. Soe lleva ya años viviendo con su familia en otra ciudad en el sur de Birmania, Mawlamyine, donde, según me dijo, la vida era un poco más fácil. Igual, se veía que, junto con toda su fimilia, Soe sentía mucha nostalgia por lo que tuvieron que dejar atrás.

Aquella mañana, desayunando en el pequeño restaurante local de su familia la típica sopa de pescado ”mohinga”, se reunieron todos los familiares de Soe para conocerme y, de alguna manera, para convencerme de que Mrauk-U no era tan peligroso como lo sugerían las autoridades. Y se empeñaron tanto en persuadirme, a pesar de su inglés limitado, de que Mrauk-U era especial y de que tenía que ir ahí. Fue entonces que esa ciudad misteriosa se convirtió en el destino final de mi viaje. Esta familia me transmitió tanta emoción que tomé la decisión de ir a Mrauk-U, sea como sea, por más que las autoridades en la frontera me hubieran sugerido lo contrario.

Me demoré 20 horas en el bus desde Bagan para finalmente llegar a Mrauk-U. Sin embargo, ese largo trayecto me permitió conocer otros rincones cautivadores de Birmania. Pasamos por muchos pueblos pequeños, escondidos entre las montañas doradas y verdes, sumergidas en las neblinas transparentes, tan típicas de la región norte de Birmania. También pude presenciar las adversidades diarias de hombres, mujeres y niños, trabajando en la construcción de carreteras, cultivando la tierra o vendiendo mercancía en las calles polvorientas.

Siempre manteniéndose a flote, a duras penas, pero la gran mayoría se veía alegre. ¿Cuál es su secreto? ¿Estará escondido en sudor, en pérdidas, en permanentes golpes e incertidumbres? Y a consecuencia, en la entrega absoluta, en la aceptación total de todas las circunstancias como partes integrativas de la vida. Sea lo que sea, hay mucho para aprender de los birmanos.

Me entusiasmó llegar finalmente a Mrauk-U. Durante casi un mes había ido avanzando, desde el sur del país, hacia esta ciudad y en ese camino aprendí varias cosas sobre ella.

Mrauk-U es una pequeña ciudad escondida entre las ruinas de lo que alguna vez había sido un próspero reino.

Mrauk-U fue la capital del reino antiguo de Arakan (conocido hoy como estado de Rakáin) que existió entre los siglos XV y XVII. El rápido crecimiento, la influencia y la inesperada caída del reino Arakan apenas recientemente han empezado a recibir la atención bien merecida de diferentes investigadores. El reino parece haber surgido de la colaboración de los arakanes con los mercenarios portugueses que pretendieron dominar la costa norte de la Bahía de Bengala en los 1540. De hecho, se mantiene que el nombre ”Arakan” proviene de la interpretación portuguesa de ”Rakáin” (Araccão) y el término fue entonces incluido en los antiguos mapas europeos y documentos históricos como ”Aracan”.

Aparte de las huellas históricas contenidas en la lengua arakana que aún se mantiene en uso, nuevos estudios seguramente beneficiarán de la riqueza y abundancia de los sitios arquelógicos esparcidos por el valle del río Kaladan. Más esfuerzos, sin embargo, son imprescindibles y urgentes para restaurar y conservar estos valiosos restos.

El templo Shitthaung es posiblemente el más impresionante de los miles de templos y pagodas que han permanecido tras la caída del reino. Según su nombre sugiere, el templo contiene ”800 imágenes de Buddha” que adornan el subterráneo laberinto de pasillos largos y oscuros y de cuevas misteriosas. La impresionante cantería de este santuario, que más bien parece una fortaleza, contiene representaciones de las deidades budistas e hinduistas, con la influencia hindú particularmente destacada en las raras estatuas eróticas.

No es solamente en el patrimonio cultural donde reside el encanto de Mrauk-U sino también en sus hermosos paisajes. El valle de templos al amanecer, revelando incontables pagodas escondiéndose entre las palmeras verdes y neblinas blancas, fácilmente puede ser la vista más singular para presenciar.

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Sin embargo, últimamente esta ciudad encantadora se ve sumergida en neblinas más bien oscuras. Lo que alguna vez fue un reino próspero y el hogar de muchas etnías diferentes, el estado de Rakáin hoy en dia es una de las regiones más pobres del país, dividido por conflictos políticos, étnicos y religiosos. En el norte del estado de Rakáin, no tan lejos de su capital Mrauk-U en el sur, más de 500 000 de personas que pertenecen a la minoría étnica Rohingya se ven obligados a huir del páis, principalmente a Bangladesh, a causa de la feroz limpieza étnica ejercida por las fuerzas de seguridad del gobierno.

Hablando con la gente local, sobre todo en Yangon donde son más abiertos para opinar del tema, noté que existían diferentes actitudes en cuanto a las causas de esta crisis de refugiados. Muchos dejan de lado las diferencias religiosas y destacan más bien las razones históricas y políticas de la situación.

El hecho de que los Rohingya sean musulmanes en un país principalmente budista no es tan problemático en sí como su derecho a la ciudadania, que habían tenido desde 1948, cuando Birmania se independizó de Inglaterra, hasta que ese derecho se los negó la junta militar en 1982. A partir de entonces, los Rohingya también han perdido su derecho a autonomía territorial dentro del país. Si estos derechos se les otorgasen ahora, su autonomía a lo largo de la frontera con Bangladesh podría conducir a la pérdida del territorio del estado Rakáin – por lo menos, eso es lo que temen los birmanos. Debido a ese miedo, que tiene sus raíces en la Segunda Guerra Mundial, cuando la primera rebelión separatista surgió y duró más de viente años, miles y miles de inocentes Rohingyas están sufriendo.

Desgraciadamente, por su complejidad, la mezcla problemática de las razones religiosas, políticas e históricas, es difícil que este conflicto se termine en el futuro cercano.

Los Rohingyas no son la única minoría que ha sido reprimida en el estado Rakáin. Los pueblos Chin sufrieron la homogeneización ejercida por la junta militar en los 1960. A consecuencia, su larga tradición de tatuar las caras de mujeres fue prohibida y poco a poco ahora está desvaneciéndose. Hablaré sobre mi experiencia con la minoría Chin en una de las próximos publicaciones.

Los pueblos Chin, que también viven en el estado Rakáin, solían tatuar las caras de mujeres.

A pesar de las advertencias de seguridad, en mi última visita a Mrauk-U, en febrero de 2018, no me sentí amenazada, aunque la gente local sí parecía más reservada y cautelosa que en el resto del país. Hubo solamente un acontecimiento que me perturbó. Tarde por la noche, notamos cierta mobilización de vehículos militares con tropas.

Fue apenas en ese instante, cuando pasaron despacio a nuestro lado, por la calle polvorienta y poco iluminada, que me di cuenta del silencio muerto que lo impregnaba todo alrededor de nosotros. Como si todo hubiera dejado de respirar o existir por el miedo de algo tácito acechando en la penumbra.

Me di cuenta entonces que la violencia y muerte pueden estar fuera de nuestra vista pero si nos detenemos un rato y escuchamos mejor, notaríamos que están siempre presentes. Permanecen con nosotros en tanto que cualquiera de nosotros, cualquier ser humano, esté sufriendo.

Es interesante que, como si hubiesemos sido concedidos una oportunidad de reparar el daño, la próxima noche el majestuoso eclipse lunar total iluminó el cielo oscuro, esparciendo su luz rojiza y plateada por el silencioso valle. Fue un acontecimiento extraordinario que nos sorprendió mientras contemplábamos el valle desde una de las pagodas. Pero la luna no les sorprendió a los locales – la habían esperado.

En los umbrales de las casas encendieron velas para protección, lo cual añadió a la atmósfera solemne y mística del lugar. Mientras caminábamos por las traquilas calles entre las humildes casas de bambú, se podían oír solo los susurros de los locales hablando dentro de sus hogares y, sorprendentemente, los niños recitando su material escolar de memoria, todos juntos a la vez. Esto lo había notado en otros sitios de Birmania también pero igual cada vez me dejaba perpleja.

La salida del sol en el valle de templos de Mrauk-U

A causa de la violencia en la frontera, lejanía y dificultad de acceso, la gran mayoría de turistas esquivan Mrauk-U. Aunque yo reconozco los beneficios del turismo para las comunidades pequeñas y aisladas con pocos recursos, en este caso, su ausencia definitivamente contribuye al espíritu tranquilo, local y auténtico de la ciudad.

No cade duda de que el recuerdo de Mrauk-U se quedará conmigo durante mucho tiempo más, siempre provocando e instándo la parte más sensible y delicada de mí para volver. Así que, no sorprende que justamente hoy, cuando el segundo eclipse lunar total tomará lugar, este homenaje a Mrauk-U esté listo. Sinceramente, no lo había planeado así pero parece que esta circunstancia ”casual” me comprueba una vez más que Mrauk-U tiene sus maneras miesteriosas de llegar a los corazones.

No se olviden de desear algo bonito con el eclipse! 🙂