No cabe duda de que el pasado colonial junto a los años de aislamiento y rigidez política han dejado la gran mayoría de los birmanos luchando para salir adelante. Sin embargo, si estas circumstancias han causado por lo menos algún efecto positivo sería la preservación de las antiguas costumbres y tradiciones birmanas. Es más, el duro pasado seguramente ha ayudado a que los birmanos desarollen esa impresionante habilidad de permanecer positivos, creativos e ingeniosos, siempre encontrando soluciones – por más temporarias o frágiles que sean.

Aplicando la madera thanaka molida y disuelta en la cara es utilizada como maquillaje y protección solar natural y es una de las características distinctivas de la cultura birmana.

A pesar de que la influencia de Occidente poco a poco esté dejando huellas en la sociedad, caminar por las polvorientas calles y los bulliciosos mercados birmanos me daba la sensación de dar un salto de por lo menos cincuenta años atrás. Ahí pude encontrar objetos y vehículos antiguos que los tiempos modernos hace mucho que han reemplazado con las alternativas más bien minimalistas y aburridas; y también pude apreciar las modestas rutinas diarias de la gente – es ahí donde reside el encanto particular de Birmania.

Tuk-tuks y bicicletas que encontraba a cada paso parecían piezas de museo. En realidad, esto muestra la costumbre de la gente de conservar y arreglar las cosas viejas para que las nuevas generaciones las hereden…a pesar de que en el futuro esto pueda cambiar.
Deteriorados y lentos, pero aún desafiando el tiempo. Los viejos trenes coloniales birmanos me permitieron conocer las caóticas afueras de las ciudades, las modestas y tranquilas aldeas rurales y los paisajes más imponentes.

El día en Birmania comienza incluso antes del amanecer, encendiendo el fuego para preparar el té tradicional – el amargo té negro suavemente endulzado con la leche condensada. Temprano por la mañana me juntaba a los locales en las cafeterías donde intercambiaban noticias o leían periódicos. A esa hora también pude ver numerosos monjes budistas caminando por las calles y recibiendo comida de los locales.

La auténtica tradición de laphet yay, el té birmano, tiene las raíces mezcladas – el té fue primero introducido por las antiguas rutas comerciales de China a India; después los birmanos empezaron a consumir las fermentadas hojas de té (hoy en día el plato típico del país); y finalmente, en la época colonial inglesa, aparecieron las primeras cafeterías que se mantendrían hasta el día de hoy.

Los mercados se convierten rápidamente en la paradójica sincrónia de colores vivos de vestidos tradicionales, parasoles, frutas, especias y todo tipo de mercancía. Las relajadas vendedoras, con las caras recién pintadas con thanaka, se ocupan de promover su oferta en voz estridente pero divertida, sumándose al vívido caos general de ruidos, olores y escenas.

Alrededor del mediodía, todos ya han almorzado, sea en los puestos de comida en la calle o en los restaurantes donde los birmanos demuestran también su refinado gusto por los detalles. Colocan un plato grande de veredura en el centro de la mesa redonda donde se comparte entre todos, junto con varios cuencos pequeños con especias y salsas, un recipiente grande con arróz y el plato principal, normalmente algún tipo de curry. Las vajillas coloridas y la tetera son detalles que ayudan a crear la auténtica atmósfera local.

Tuve la suerte de compartir una comida con los locales. La manera de servirla refleja el espírito de convivencia de la gente.
Los birmanos tradicionalmente comen dos veces al día, coincidiendo con la rutina de los monjes. Sin embargo, a lo largo del día picotean, como por ejemplo Say Bel Ou – el huevo pintado con caliza y dejado en el sol durante varios días para que se haga gelatinoso por dentro, y luego se sirve con cebolla, tomate, sésamo y cacahuetes.
Masticar la nuez de betel, Kun Ya, es una de las costumbres conocidas en Birmania. La nuez se enrolla en la hoja de betel untada con la caliza. Cuando se mastica, produce el efecto similar al de fumar tabaco y a la vez reduce el apetíto.

Por la tarde, al lado de las turbias riberas, solía encontrar mujeres lavando la ropa y los platos, y antes de oscurecerse, los pescadores saliendo al río para lanzar las redes. Las puestas de sol en Birmania suelen ser un poco neblinosas, pero su suave y delicada luz parece permitir a la gente, a los animales y a la naturaleza suspirar de alivio al final de un día sofocante.

Han ganado justo lo suficiente para el día…y es suficiente. Mañana lo repetirán todo de nuevo pero lo más importante es que no se quejarán de ello – lo repetirán sonriendo.

La generación más joven, especialmente en las ciudades más grandes, aspiran a una Birmania ”moderna”, con la educación y el sistema de salud mejorados, una infraestructura más desarrollada, más libertad política e independencia material, para mencionar solo algunos de sus obstáculos.

Van bien encaminados hacia ello, pero espero que ese cambio lo consiguen desarrollando y siguiendo sus modelos originales de crecimiento. Los modelos que estén basados en los valores humanos fundamentales que los birmanos, a diferencia de las sociedades capitalistas, aún conservan y que se ven reflejados en su manera de ser – la solidaridad, modestia y generosidad, en oposición al egoísmo, consumerismo y la xplotación de las personas y la naturaleza para el beneficio material.

Uno de los sectores donde se podría implementar un modelo de crecimiento así lo identifica el blogero Mario Villamiel, señalando el potencial significante de la agricultura orgánica en Birmania.

De esta manera, este fascinante y auténtico país podría ofrecer un ejemplo a seguir a los otros, especialmente al mundo occidental.